La historia de los hipódromos de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores comienza hace casi 170 años. En ella encontramos un extenso muestrario de la arquitectura deportiva más importante de la Argentina (y algunas referencias futbolísticas que amenizan el relato).
Palermo y San Isidro son hoy los hipódromos porteños más conocidos, pero no siempre fueron los únicos. Desde mediados del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores desarrollaron una variopinta colección de circos hípicos.
Los primeros caballos llegaron a Buenos Aires en 1536 con la expedición de Pedro de Mendoza. Al abandonar los españoles el lugar, los caballos que permanecieron se adaptaron al territorio y prosperaron hasta constituir grandes manadas.
Cuando Juan de Garay refundó la ciudad de Buenos Aires en 1580, encontró grandes manadas de caballos criollos que pastaban tranquilamente en las llanuras vecinas a la ribera del Río de la Plata.
Lucio V. Mansilla recuerda en su libro “Una excursión a los indios ranqueles” —publicado en 1870— cómo los indios se identificaron tanto con el caballo que llegaron a olvidar completamente su procedencia.
Las carreras de caballos fueron uno de los pasatiempos favoritos de la población autóctona. En las pulperías se corrían carreras cuadreras con caballos criollos, a pelo (sin montura), y sobre distancias rectas de entre 150 y 500 metros en dos andariveles delimitados por estacas.
En la segunda mitad del siglo XIX se organizaron carreras “a la inglesa”. La primera pista se instaló en 1849 en la Quinta de Diego White, un comerciante escocés que poseía terrenos en Nuñez que lindaban con los alfalfares de Juan Manuel de Rosas en el actual barrio de Belgrano.
En 1857 se instaló en Belgrano el Circo de las Carreras, una gran pista ovalada entre las calles Pampa, Melián, Olazábal y Cramer. Cuando en 1876 lo atravesó el tren a Campana (luego a Rosario), se lotearon las 30 manzanas que abarcaba para dar forma al barrio de Belgrano R.
En 1875 la municipalidad de Belgrano acordó con una sociedad privada instalar un nuevo hipódromo junto al arroyo Maldonado (el límite con la ciudad de Buenos Aires). Se lo llamó Hipódromo Argentino. Al federalizarse el territorio en 1880, Belgrano pasó al ejido de la Capital.
Aquel primitivo hipódromo en Palermo se inauguró en agosto de 1876 con una tribuna para 1.600 espectadores. Luego fue ampliado con un gran palco oficial central, flanqueado por dos amplias tribunas cubiertas de madera.
En 1883 el Hipódromo Argentino pasó a ser administrado por el Jockey Club de Buenos Aires, fundado entre otros por Carlos Pellegrini el 15 de abril de 1882. Las instalaciones del hipódromo se constituyeron en uno de los lugares de reunión predilectos de la alta sociedad porteña.
En 1909 se completó una gran remodelación del Hipódromo Argentino. Se construyeron grandes tribunas de cemento con techo de metal desplegado. Aún hoy llama la atención la envergadura de este emprendimiento, que todavía mantiene plena vigencia.
La edificación más sofisticada fue la Tribuna Oficial, proyecto del arquitecto Louis Fauré Dujarric. No creo equivocarme si digo que en el país no existe otra instalación deportiva que reúna los exquisitos detalles de esta grada del Hipódromo Argentino.
Cuando en 1909 los equipos profesionales ingleses de fútbol Everton y Tottenham Hotspur jugaron en el campo de la Sociedad Sportiva Argentina, las siluetas de las grandes tribunas del Hipódromo Argentino contrastaron con las modestas gradas de madera alrededor del campo de juego.
En la primera mitad del siglo XX, el Hipódromo Argentino estuvo rodeado por estas cuatro canchas en las que se escribió buena parte de la historia del fútbol en la ciudad de Buenos Aires: Porteño, Estudiantes, Gimnasia y Esgrima, y Sociedad Sportiva Argentina.
El Club Atlético Porteño tomó su nombre de un caballo que el 6 de octubre de 1895 ganó el Gran Premio Nacional que se corrió en Palermo. Su cancha tuvo la primera tribuna de ladrillos en la Capital Federal, y contaba con una espléndida vista de las magníficas instalaciones del Hipódromo Argentino.
Desde su inauguración en 1876, Palermo se estableció como el circo máximo de la hípica porteña. Sin embargo, existieron otras pistas de menor envergadura que, a lo largo de los años, convivieron con el Hipódromo Argentino.
En 1887 un grupo de socios disidentes del Jockey Club, liderados por el general Francisco Bosch, inauguraron una pista en el bajo Belgrano en las proximidades del arroyo White: el Hipódromo Nacional. El “circo de la carreras” volvía así a Belgrano.
El Hipódromo Nacional tuvo instalaciones comparables con las del Hipódromo Argentino. Gradualmente perdió relevancia, y en 1911 dejó de organizar carreras y pasó a servir de apoyo para la preparación de los caballos que corrían en Palermo.
Para llegar al Hipódromo Nacional se tomaba un tranvía en las Barrancas de Belgrano, cuyo boleto de ida y vuelta valía 10 centavos. Si los apostadores perdían todo en las carreras tenían asegurado parte del viaje de regreso, aunque quedaban varados en el cruce de “Pampa y la vía”.
Otro club de fútbol que comparte con Porteño su origen turfístico es Platense. En 1905, sus jóvenes fundadores apostaron a “Gay Simón” en una carrera en el Hipódromo Nacional, y adoptaron como nombre del club el del stud al que pertenecía aquel pingo.
Aunque no se corrían carreras desde 1911, las tribunas del Hipódromo Nacional siguieron siendo usadas para diversos espectáculos al aire libre como: torneos atléticos, festivales automovilísticos y hasta recreaciones de batallas históricas.
El mobiliario del Hipódromo Nacional fue rematado en 1913. Las tribunas fueron demolidas en 1926. El terreno se vendió a fines de 1927 a Vicente Casullo, quien encargó al arquitecto Forestier el diseño de un barrio parque.
En 1934 el club River Plate adquirió la fracción donde se ubicaba la curva norte del Hipódromo Nacional, para construir allí su estadio Monumental. La actual calle Victorino de la Plaza sigue el trazado de las rectas y la curva sur de la vieja pista.
El primer hipódromo en el sur de Buenos Aires fue el de La Plata, inaugurado en 1884 en el bosque de la ciudad, cerca de la estación de tren del Ferrocarril del Sud. Estudiantes de la Plata se estableció en el bosque en 1907 y Gimnasia y Esgrima La Plata en 1924.
Las primitivas instalaciones del hipódromo de La Plata fueron gradualmente mejoradas. En 1902 ya contaba con una imponente tribuna oficial. En 1904 el Jockey Club de La Plata se hizo cargo de la administración del hipódromo.
Otro hipódromo en el sur de Buenos Aires fue el construido en 1904 en Lomas de Zamora por el Jockey Club local, bajo el auspicio inicial de su homónimo porteño.
Las instalaciones se ubicaban a pocas cuadras de la estación del Ferrocarril del Sud, cerca de la cancha de fútbol del Lomas Athletic Club (multi-campeón del siglo XIX) y del actual estadio del Club Atlético Banfield.
El Lomas Jockey Club tuvo que dejar su primer hipódromo en agosto de 1910, pues los herederos del terreno —la familia Gandulfo— obtuvieron su posesión para urbanizar la zona.
El Lomas Jockey Club construyó entonces su segundo hipódromo en un campo ubicado entre las estaciones de tren de Burzaco y Glew. Al paraje se lo denominó Longchamps —como el hipódromo de París— aunque en la denominación oficial se infiltró un “s” final.
El 6 de febrero de 1910, el piloto francés Henry Brégy realizó en Longchamps el primer vuelo en avión en la República Argentina, desde las instalaciones del Lomas Jockey Club próximas a ser inauguradas en septiembre de ese mismo año.
Para llegar al hipódromo de Longchamps se tomaba el tren en la estación Constitución. Había dos servicios, el de 2ª clase para “la perrera”, que partía a las 12.38, y el de 1ª clase para “los jefes” (o manates), que salía de la terminal a las 12.58.
Los días de carreras, en los alrededores se reunía todo tipo de personajes pintorescos. El hipódromo de Longchamps tuvo un abrupto final el 3 de febrero de 1913, cuando la turba disconforme con el resultado de una carrera incendió todas sus instalaciones.
El Lomas Jockey Club no cejó en su empeño, y en enero de 1914 inauguró su tercer hipódromo en las cercanías de la estación de tren de Temperley (y de donde hoy se encuentra el estadio del club de fútbol de la localidad).
Los arreglos y prácticas desleales eran moneda corriente en estas reuniones hípicas, que se desarrollaban en horario matutino para evitar la competencia con el Hipódromo Argentino. Durante las tardes se organizaban otro tipo de espectáculos, como las carreras de autos.
El hipódromo de Temperley se mantuvo en actividad hasta 1927, cuando una ley prohibió las carreras de caballos en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires (incluido el de La Plata, que sólo retomó la actividad en 1930 luego de una apelación ante la Suprema Corte).
El oeste de Buenos Aires también aquilata una larga tradición en pistas hípicas. En 1890 el Hurlingham Club tuvo en sus instalaciones el primer hipódromo con pista de césped de la Argentina.
El hipódromo de Hurlingham dejó de funcionar en 1910, cuando se prohibieron la carreras en días hábiles para contener la proliferación del juego. En la actualidad hay un hipódromo de carreras de trote en la vecindad, que mantiene vivo el legado de la actividad hípica en la zona.
El cierre de Hurlingham en 1910 alentó la apertura del hipódromo de San Martín en enero de 1912. Se mantuvo en actividad hasta 1916. Reabrió sus puertas en 1922, pero cesó su actividad en 1927 cuando se clausuraron todos los hipódromos en la Provincia de Buenos Aires.
El hipódromo de San Martín contaba con instalaciones muy importantes, y también era usado para otras actividades deportivas, en especial carreras de automóviles y motocicletas. Ahí se desarrolló en 1916 el primer salón del automóvil que se organizó en el país.
Probablemente, el éxito de la actividad motor alentó en 1927 la inauguración de un autódromo en un terreno contiguo. En 1945, el Club Atlético Chacarita Juniors mudó su estadio de Villa Crespo a un terreno frente a los que ocuparon el hipódromo y el autódromo de San Martín.
La pista del autódromo de San Martín medía 3.000 metros y tenía curvas peraltadas para altas velocidades. Era de tierra apisonada recubierta de petróleo, pero su construcción fue defectuosa. Borocótó escribió “el autódromo se fue hundiendo, a medida que se hundían sus curvas”.
El final de nuestra recorrida nos devuelve al norte de Buenos Aires (el primer hipódromo estuvo en 1849 en la Quinta de White en Nuñez). En 1926 el Jockey Club de Buenos Aires adquirió en San Isidro 316 hectáreas propiedad de la familia Aguirre, descendientes de Pueyrredón.
El 8 de diciembre de 1935 se inauguró el hipódromo de San Isidro, que en aquel momento fue considerado entre los mejores del mundo (y que probablemente aún lo siga siendo). Fue el último gran hipódromo construido en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.
Ahora ya sabés que, cuando vayas al próximo Lollapalooza, te encontrarás en el centro del último eslabón de una cadena de hitos que enhebran 170 años de historia hípica porteña.