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El partido del siglo (Plaza Euskara)

Mucho antes de que el fútbol ocupara su lugar, la pelota vasca fue el deporte profesional por excelencia de los porteños. En 1885 se jugó el “partido del siglo”, entre Indalecio Sarasqueta, llamado Chiquito de Eibar, y Pedro Zabaleta, apodado Paysandú.


El partido se jugó en la Plaza Euskara, edificada en 1882 por la sociedad Laurak-Bat (significa 4 en 1 y refiere a las provincias vascongadas: Álava, Guipúzcoa, Navarra y Viscaya). Estaba ubicada en los límites de la antigua ciudad de Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal.


Fue el primer escenario apto para partidos de pelota de gran envergadura. El frontón tenía 12 metros de altura, con pared izquierda de 60 metros de largo (dividida en 15 cuartos de 4 varas cada uno). Contaba con gradas y palcos con capacidad para 4.000 espectadores.


A principios de 1885 se planteó una seria disputa deportiva entre Paysandú y Chiquito. Al cabo de un breve pero intenso intercambio de desafíos en los diarios, los negociadores de ambas partes acordaron las condiciones para jugar el partido el 19 de abril en la Plaza Euskara.


Paysandú era sin duda alguna el mejor jugador local. En 1882 inauguró la Plaza Euskara en un partido con Carricalushe, y hasta fines de 1884 se desempeñó como canchero de ese frontón y concesionario de la confitería.


La Plaza Euskara era un frontón a la altura de los mejores existentes en España. Esta circunstancia contribuyó para que cada año llegaran a Buenos Aires eximios pelotaris vascos, entre los que Chiquito de Eibar fue uno de los más destacados.


El partido se planteó mano a mano, con guante corto de remonte, pelotas de “traer y traer” (cada uno con las propias), a 80 tantos, y por 5.000 pesos nacionales.


Se superaron todas las expectativas. La concurrencia excedió los 8.000 espectadores, y los tranvías a caballo no dieron abasto. La reventa de entradas y las apuestas estuvieron a la orden del día. Muchos aficionados llegaron desde Uruguay para alentar a su coterráneo.


Un tema crucial para el desarrollo del juego fueron las pelotas, pues era muy marcadas la diferentes prestaciones entre las “españolas” (que usaba Chiquito), y las “criollas” (en cuya confección Paysandú era un maestro experto).


Los jugadores ingresaron a la cancha a las 2.15 de la tarde. Fueron recibidos con calurosas demostraciones de afecto. Se sorteó entonces quien tendría el primer saque, una ventaja significativa pues en estos partidos el sacador ejerce un fuerte predominio sobre quien recibe.


Chiquito ganó el saque y ejecutó 9 de ellos sin que Paysandú pudiera responderlos. Sus servicios eran francos y rectos, pero tan poderosos que picaban más allá del cuadro 15 (donde el piso de la cancha era de tierra y amortiguaba el pique de la pelota).


Paysandú ganó por primera vez el saque en el 10º punto, y allí comenzó una gran remontada. Obtuvo 17 tantos consecutivos.


Chiquito volvió dos veces al saque, pero Paysandú siempre retomó el control del juego y estiró considerablemente las diferencias.


Pero el Chiquito no se amilanó, recuperó la iniciativa y, merced a un ponderable esfuerzo, equilibró las acciones y ante la sorpresa general pasó a liderar el partido 31 a 30 al enhebrar 15 tantos de manera consecutiva.


En esta instancia se produjo una incidencia que cambió el rumbo del juego. Chiquito arrojó un saque fuera de la cancha, y el partido quedó empatado en 31. Pero a continuación Paysandú también falló su saque (cayó en los palcos), y desperdició así una gran oportunidad.


Al recuperar el saque, Chiquito decidió cambiar estrategia, y comenzó a jugar con las pelotas preparadas por su rival (que picaban menos). Éstas le dieron la posibilidad de hacer aún más daño con su poderoso saque, y el desenlace del juego cambió de rumbo irreversiblemente.


Chiquito acumuló una diferencia considerable. Paysandú recuperó el saque en un par de oportunidades, pero el de Eibar ya había resuelto la forma de arrestar los envenenados saques de su rival (lo hacía de revés por detrás del cuerpo sin dar vuelta).


Con el tanteador 72 a 48 se levantó una tormenta de viento y tierra que obligó a suspender el juego. En el ambiente reinó gran incertidumbre, pues no era claro qué decidirían los jueces si el partido no podía terminar, y el monto de las apuestas en juego era considerable.


Afortunadamente el partido se reanudó, y Chiquito completó rápidamente los 8 puntos que le restaban para lograr una amplia victoria por 80 a 48. El de Eibar mostró un estado físico impecable en el que no hizo mella la fatiga, que sí alcanzó a Paysandú.


Entre varios espectadores notables se encontraba el ex-Presidente la Nación Domingo Faustino Sarmiento, quien se acercó al vencedor para expresarle sus más sinceras felicitaciones.


La nutrida barra uruguaya honró sus fuertes apuestas. Como el país atravesaba una crisis financiera debida a las pocas reservas de oro (?), se dijo que las talegas llenas de libras esterlinas que los visitantes convirtieron a pesos nacionales beneficiaron a la economía local.


Se planteó jugar una revancha, pero jamás se concretó. Los pelotaris vascos retornaron cada año a Buenos Aires, y la actividad estuvo en boga hasta inicios del siglo XX. Paysandú fue todo un referente de la pelota local, y se mantuvo en actividad hasta bien entrados sus 70 años.


La Plaza Euskara se vendió en 1902 y demolió a principios de 1903. La sociedad Laurat-Bak sigue vigente, y tiene su sede (y trinquete) en la Av. Belgrano 1144 entre Lima y Salta. Es un buen lugar para ir a almorzar o cenar típica comida vasca.










Sigue la crónica de La Prensa, publicada el 21 de abril de 1885, prueba de que 137 años atrás los porteños ya estaban bien atentos a los grandes espectáculos deportivos…


Hacía 8 días que el tema obligado de todas las conversaciones es el partido de pelota concertado entre el Chiquito y Paysandú. En las crónicas de los diarios, en los cafés, en los teatros, en los tranvías, en los ferrocarriles, y en cuantas partes se aglomera gente, se discutían las probabilidades del triunfo con el mismo interés y entusiasmo que si se hubiese tratado de la elección presidencial o de un acontecimiento nacional.

Todos emitían su opinión, el doctor académico, el entenado rentista, el activo comerciante, el laborioso trabajador, y el aspirante a laborioso discutían con el mismo calor y convicción que un montañés euskaro. Se estudiaban las habilidades especiales de cada uno de los jugadores para el arte del peloteo, las condiciones de la Plaza, los saques de revés de Paysandú, el sotamano de Chiquito, el aire de aquel, y las cortadas de este, con la misma prolijidad que si se tratase de una batalla en la que dos ejércitos debieran disputarse el éxito de un triunfo decisivo. 

Pero no es sólo entre el sexo barbudo donde ha reinado este entusiasmo, hasta el sexo bello ha puesto en la balanza de la discusión su opinión, o más propiamente su deseo, que se manifestaba generalmente por el que le indicaba el sentimiento de su nacionalidad.

Pero el entusiasmo de estas discusiones tiene su efecto inmediato, que es la apuesta o la traviesa, y tras la disertación y la discusión venía la apuesta de dinero o de un objeto cualquiera, que sellaba y arraigaba la opinión y el deseo de los partidistas. 

Así, el domingo, ya antes de las dos de la tarde se encontraba completamente llena la gran Plaza Euskara destinada al juego de pelota. Un círculo compacto de una muchedumbre apiñada rodeaba la baranda de hierro que protege la cancha. Los tendidos, los palcos, y las galerías que forman la barrera de la plaza por el lado Oeste, desaparecían bajo una imponente aglomeración de gente. 

La blanca pared que forman el ángulo noreste, las azoteas de las casas y los techos de los galpones inmediatos a ella, se asemejaban a un hormiguero inmenso. En todas partes a las que se dirigía la vista no se veían más que masas compactas de gente que, apiñados unos sobre otros, dirigían anhelantes su vista a la cancha en la que debían disputarse el triunfo decisivo los dos atletas del juego de pelota. 

En aquella mar de gente se mezclaban, se apretaban, se empujaban y se confundían en confuso concierto todas las edades y todas las clases, sin que ninguna queja ni protesta interrumpiera la ansiedad que embargaba el animo de la muchedumbre que esperaba sin impacientarse en apariencia la salida de los jugadores. 

A las dos y cuarto los jueces habían ocupado ya sus puestos, el contador esperaba al pie del indicador, y los ayudantes de los jugadores colocaban en su lugar la pelotas con que debía jugarse, cuando un hurra sonoro, espontáneo, e inmenso atronó los aires. Era que entraba en la plaza con su guante en la diestra el Chiquito, en mangas de camisa y cubierto con boina punzó. Desde este momento el cuchicheo de aquella multitud se parecía al zumbido de un enjambre monstruoso, los partidarios de Indalecio Sarasqueta se animaban en su presencia y, a juzgar por estas manifestaciones, parecía que todos los concurrentes fuesen sus parciales. 

Pero no obstante esto, pronto se observó que había aún espectadores que no se habían manifestado. Este momento fue la entrada de Paysandú en la Plaza. Venía como el otro con el guante en la mano, vestía camisa con rayas azules y cubría la cabeza con boina azul. La entrada originó otros hurras más sonoros y más potentes, aún si cabe que los anteriores. 

En plaza ya los jugadores, presentaron a los jueces las pelotas y los guantes. Llenados los requisitos de inspección y conformidad se jugó el saque a cara y cruz. La suerte favoreció al Chiquito, y sus parciales le saludaron con gritos de júbilo y de apuestas a su favor. Los paysanduistas estaban de baja. Los chiquitistas, que se animaban al compás de sus propios aplausos, ya se creían dueños del partido.
 
Este partido ha interesado extraordinariamente el ánimo de los aficionados tanto aquí como en Montevideo y la campaña, de donde han venido numerosos aficionados a presenciarlo, porque ha encarnado el carácter de nacionalidad y de la clase de juego. Pero ha sido el partido peor que quizá se haya jugado en esta temporada, porque el éxito quedó reducido a la materialidad de la potencia del brazo en el saque.

Los que conocen el juego de pelota saben que al ble, la ciencia del saque entra generalmente en segundo a último término. En efecto, hay jugadores de tercero o cuarto orden que sacan tan lejos como el Chiquito, en tanto que no hay uno que se conozca que tenga su juego. Por eso mismo se juega generalmente en cancha abierta con saque limitado y derecho, a fin de que el éxito del juego sea del que mejor juegue y no del que más brazo tiene.

El partido de antes de ayer ha sido debido a esto el partido de los saques, pues apenas alcanzaron entre los dos a restar 12 de los 128 saques que se hicieron. 

El Chiquito sacaba 13 y 14 cuadros, o sea 65 y y 70 varas, y los botes alcanzaban las 75 y 80 varas. Paysandú tiene un saque de revés, muy seguro de la clasificada por muy mala, y puede decirse que es de los que no pueden devolverse. No saca más que hasta el 9 o el 10, pero su pelota va arrimada a la pared en espiral y bota al revés, y cuando se le quiere tomar de aire, que es la única manera posible de restarlo, escapa de la curva del guante para saltar arriba o salir de costado. 

Por lo mismo que se comprendía desde un principio que el partido estaba concretado al saque, ofreció hasta que el Chiquito pasó de 35 tantos varias alternativas que costaron mucho dinero a los paysanduitas. Estos creyeron asegurado el éxito, en cuanto Paysandú aventajó en 17 tantos a su contrincante. En este momento se ofrecía doble a sencillo a favor de aquel. Hubo algunas paradas pero limitadas, lo que revela que no tenían tampoco mucha confianza los chiquitistas. 

Al terminar el partido, o sea cuando el Chiquito alcanzó 80, Paysandú sólo tenía 48 así pues que aquel gano el partido con 32 tantos de ventaja. Pero ya los hemos dicho, este resultado en nada cambia el valor de los jugadores.
 
El Chiquito es jugador de cancha abierta, como tal, estriban su habilidad en la vista, en la agilidad y en la potencia de su saque. El Chiquito juega generalmente de sotamano, con el brazo libre, tomando como punto de apoyo el hombro, circunstancia que le permite jugar despacio y con la fuerza y soltura que le convenga.
 
Paysandú en cambio es jugador de cancha cerrada, está acostumbrado a jugar de sobre brazo y con efecto de arrastre, corte, o tambor. Apoya su fuerza en el codo y sus movimiento bruscos le obligan a jugar con preferencia de aire y por tanto a jugar más apresurado que el Chiquito. Su saque, sus aire, como su revés son potentes tanto en cancha cerrada como en abierta, pero son una especialidad de la primera y no de la segunda. 

Paysandú no cabe duda alguna que en cancha cerrada, donde existen tambores, redes y pared de costado, es el primer jugador del mundo, pero no lo es ni es de presumirlo acá, en cancha abierta, porque para esto sería preciso que cambiase en muchas partes su juego y ya es difícil que Paysandú pueda darle ya el juego de acción necesario para ello al brazo.

Ambos ejercen un juego diferente y hasta cierto modo incompatible. El Chiquito es difícil que aprenda a jugar en cancha cerrada. Paysandú juega inmejorablemente en esta, y muy bien en plaza abierta, pero no como el Chiquito porque no es su especialidad.

El resultado de partido produjo sin duda algunos desencantos del bolsillo, pero no del objetivo, pues terminó en medio de aplausos generales al Chiquito y Paysandú que se abrazaron en la Plaza. 

Algunos socios del Laurak-bat obsequiaron al Chiquito con un banquete, en que se brindó por todos los jugadores de pelota, por la pronta vuelta del héroe de la fiesta, por el adelanto de la sociedad Euskara y por la cordialidad de chiquitistas y paysanduistas.